En los modelos de administración que están presente
en nuestras organizaciones, encontramos el principio de “suma cero”. Esto significa que para ganar, alguien tiene que
perder y por lo tanto nuestro éxito está
en función del fracaso de la competencia. Lo anterior hace que parte de nuestro
tiempo se enfoque a analizar con quienes compartimos nuestro nicho de mercado, cuáles
son sus puntos débiles y que acciones debemos realizar para triunfar por sobre ellos.
Sin entrar a enjuiciar la validez de este principio, para no desviar el sentido de este artículo, una cosa que podemos decir es que esta idea está basada en la hipótesis de que el espacio de competitividad es finito. Lo anterior se grafica en la analogía de la torta, es decir, una torta tiene un tamaño definido y por lo tanto comer más implica que otros coman menos.
Pero la verdad es que hoy los mercados tienen un tamaño inconmensurable y ofrecen innumerables oportunidades de desarrollo. No obstante esto requiere creatividad e innovación, los que provienen del capital humano que trabaja en la organización. Pero como la mirada esta puesta afuera, postergamos la gestión de nuestros colaboradores y limitamos la utilización del potencial de sus conocimientos y habilidades, generando de paso altos índices de insatisfacción.
Cuando gestionamos adecuadamente el potencial de las personas, estimulamos su capacidad creativa lo que impacta positivamente en los resultados de la organización. Soluciones para problemas comunes o especiales, optimización en la forma como se hacen las cosas, disminución del desperdicio, diseño de nuevos productos o servicios, mejoras en procedimientos, etc. son el resultado de esta gestión.
¿En qué aspectos debemos trabajar para lograr un ambiente que propicie el alto desempeño de las personas?. Ya hemos hablado anteriormente de instaurar un clima fundado en la confianza, luego debemos construir una carta de navegación claro y desafiante, reflejado en la misión, visión y valores de la organización, el que debe ser desplegado entre todos sus integrantes, asegurándonos de su lectura, comprensión y adopción, generando una identidad. A continuación es fundamental instalar un sistema de comunicación donde lo relevante esté en el escuchar y en la idea del lenguaje como generador de realidades. Finalmente adoptar una orientación a los procesos, donde cada persona reconozca el valor de su trabajo y su aporte al logro de los objetivos institucionales, en un espacio de colaboración que los lleve a trabajar con sentido.
La suma de todo esto factores forman parte de “Las 3P de la gestión para el alto desempeño”- Planificación, Procesos y Personas- los que pavimentan el camino a la excelencia.
Sin entrar a enjuiciar la validez de este principio, para no desviar el sentido de este artículo, una cosa que podemos decir es que esta idea está basada en la hipótesis de que el espacio de competitividad es finito. Lo anterior se grafica en la analogía de la torta, es decir, una torta tiene un tamaño definido y por lo tanto comer más implica que otros coman menos.
Pero la verdad es que hoy los mercados tienen un tamaño inconmensurable y ofrecen innumerables oportunidades de desarrollo. No obstante esto requiere creatividad e innovación, los que provienen del capital humano que trabaja en la organización. Pero como la mirada esta puesta afuera, postergamos la gestión de nuestros colaboradores y limitamos la utilización del potencial de sus conocimientos y habilidades, generando de paso altos índices de insatisfacción.
Cuando gestionamos adecuadamente el potencial de las personas, estimulamos su capacidad creativa lo que impacta positivamente en los resultados de la organización. Soluciones para problemas comunes o especiales, optimización en la forma como se hacen las cosas, disminución del desperdicio, diseño de nuevos productos o servicios, mejoras en procedimientos, etc. son el resultado de esta gestión.
¿En qué aspectos debemos trabajar para lograr un ambiente que propicie el alto desempeño de las personas?. Ya hemos hablado anteriormente de instaurar un clima fundado en la confianza, luego debemos construir una carta de navegación claro y desafiante, reflejado en la misión, visión y valores de la organización, el que debe ser desplegado entre todos sus integrantes, asegurándonos de su lectura, comprensión y adopción, generando una identidad. A continuación es fundamental instalar un sistema de comunicación donde lo relevante esté en el escuchar y en la idea del lenguaje como generador de realidades. Finalmente adoptar una orientación a los procesos, donde cada persona reconozca el valor de su trabajo y su aporte al logro de los objetivos institucionales, en un espacio de colaboración que los lleve a trabajar con sentido.
La suma de todo esto factores forman parte de “Las 3P de la gestión para el alto desempeño”- Planificación, Procesos y Personas- los que pavimentan el camino a la excelencia.
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