En la búsqueda de un clima laboral que estimule el máximo
rendimiento de las personas que trabajan en una organización, se han planteado
una serie de recomendaciones, modelos y procedimientos, que deben ser aplicados
por sus ejecutivos. Entre estos podemos mencionar los temas de liderazgo,
comunicación, reconocimiento, etc. Sin embargo poco se habla de un factor que
es clave para el desempeño laboral como es la confianza en las relaciones
laborales.
Este factor resulta ser uno de los mas mencionados
por las personas al momento de consultarles por los motivos que causan la
desmotivación y el bajo desempeño. Y hablamos de motivo causal, porque en
muchas ocasiones, en la búsqueda de una explicación nos quedamos con aspectos
que son mas bien efectos y que al resolverlos sólo se logra una mejora marginal
o de corto plazo y no un cambio sustancial y permanente.
El término confianza viene de “confiar”, es decir
con-fiar. A su vez fiar se origina del latín fides que significa fe, seguridad. Este ejercicio no es meramente lingüístico,
sino que nos sirve para llegar a la raíz del término, es decir a su esencia.
Cuando hablamos de confianza hablamos de fe y seguridad. Cuando tenemos
confianza en el otro, le creemos y sentimos seguridad, esto estimula un estado
de ánimo positivo lo que a su vez
potencia nuestras capacidades, como por ejemplo la creatividad. Al revés la
desconfianza gatilla una serie de emociones negativas como la suspicacia que
nos lleva a actuar a la defensiva, con agresividad, al juego de suma cero (yo
gano-tu pierdes). Nuestras energías se vuelcan a protegernos de los ataques
externos y a buscar formas de supervivencia.
Si trasladamos este escenario al mundo laboral, nos
podemos explicar muchas de las situaciones que observamos y que impiden el alto
desempeño. El liderazgo directivo, el
trabajo en equipo, el clima laboral positivo, el compromiso en la tarea, etc. se
desarrollan a partir de la confianza.
Pues bien, si la confianza es un factor clave para
el alto desempeño ¿que debemos hacer para desarrollarla en nuestra organización?.
Nuevamente surge la importancia del liderazgo de los directivos y ejecutivos,
la coherencia entre su discurso y la acción, el reconocimiento genuino de las
personas como el recurso mas importante, el enfrentar los conflictos, la
práctica de la asertividad, que tantas veces confundimos con la agresividad, el
actuar transparente con responsabilidad social y la generación de espacios de real
participación, todo lo anterior alineado con los valores de la institución.
En la medida que nuestros colaboradores observan
estas actitudes y además empiezan a formar parte del quehacer habitual del
trabajo, su confianza irá en aumento y sus energías se focalizarán en el
sentido correcto, donde todos sienten que reman en la misma dirección y donde
el éxito es el resultado del trabajo colaborativo y es compartido por todos y
para todos.
Lo anterior requiere de una “madurez administrativa”
acorde con los tiempos modernos, el desapego de paradigmas sobre el concepto
del trabajo y la naturaleza humana, que persisten en nuestra organizaciones y
que, aunque probadamente ineficiente u obsoletas, siguen estando presente
demostrando la fuerza que tienen los modelos heredados de tiempos pasados.
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